arte politico

El problema entonces no consiste en politizar el arte como una salida hacia el afuera o como una intervención en el "mundo real". No hay mundo real que sea exterior al arte. Hay pliegues y repliegues del tejido sensible común donde se entrelazan la política de la estética y la estética de la política. Lo real por si mismo no existe, sólo se dan configuraciones de lo que se muestra como nuestro real, como el objeto de nuestras percepciones, nuestros pensamientos y nuestras intervenciones. Lo real siempre es el objeto de una ficción, es decir, de una construcción del espacio donde se anudan lo visible, lo decible y lo posible - lo construíble, lo fabricable -. Una vez más, la ficción no es la invención de una historia inventada - una fábula. Es el trabajo de redistribución de las relaciones entre las cosas, las imágenes y las palabras. Es una manera de cambiar los modos de representación sensible, de variar los marcos, las escalas y las velocidades, de manera que se produzca una nueva configuración de lo que es perceptible, decible y posible en un mundo común, una manera de cambiar la distribución de "competencias".
En este sentido el trabajo de la política que inventa temas e introduce nuevos objetos, así como otra percepción de los signos comunes, es también un trabajo de la ficción. El problema de la relación entre el arte y la política no es la transición de la ficción a lo real sino una relación entre dos maneras de producir ficciones. Lo que caracteriza la ficción dominante, la ficción consensuada, es precisamente negar su propio carácter de construcción ficcional. Hacerse pasar por lo real en sí mismo. Pretende trazar una línea divisoria simple entre el ámbito de este real y el de las representaciones y apariencias, de las opiniones y las utopías. El consenso significa la univocidad de lo existente sensible. Tanto la ficción artística como la ficción política socavan este real, lo fracturan y lo multiplican de un modo polémico. Las prácticas del arte no son instrumentos que proporcionan tomas de conciencia o energías movilizadoras a favor de una política que les sería ajena. Pero tampoco salen de sí mismas para convertirse en formas de acción política colectiva. Contribuyen a dibujar un nuevo paisaje de lo visible, lo decible y lo posible.

A partir de aquí podemos elaborar una nueva noción de lo que representa hoy el potencial político del arte.



Jacques Rancière - Estética y Política. Las imágenes del arte, todavía.
Sept 2006. Diputación Provincial de Cuenca.

No hay comentarios: