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El reconocimiento es una condición inequívoca de lo social. Supone el objetivo del acto comunicativo; que los demás me entiendan y reconozcan como interlocutor de argumentos posibles.
Como artista joven a menudo me encuentro dedicando un esfuerzo mayor al tamaño del reconocimiento que al reconocimiento en sí, modificando en cierta medida aquello que quería comunicar para que obtenga mayor repercusión.
La repercusión es también una condición de la comunicación.
La repercusión es el fin del medio, no del mensaje.
La repercusión suele ofrecerse como la primera herramienta de valoración que el espectador tiene de una obra, seguida del coste económico y rara vez del reconocimiento del mensaje.
El mensaje de una obra es siempre político, económico y mediático; si bien estas tres palabras son sino sinónimos de cultural.
Como artista joven a menudo pienso que se me educa para acceder al entorno Arte en lugar de para generar entorno Arte; en el mejor de los casos concluyo que generar entorno Arte me dará acceso al entorno Arte.
Para constituir un entorno Arte; baste dos personas que acuerden que el entorno en el que se van a comunicar está en relación con el entorno Arte.
Se requiere que, al menos, una de las personas tenga conocimiento del entorno Arte de manera que pueda existir dicha relación.
Esa relación no tiene por qué ser amistosa ni condescendiente.
Esa relación sólo necesita ser reconocida por la parte constituyente.
El nuevo entorno obtendrá mayor repercusión en función del número de entornos Arte que lo reconozcan. Paradójicamente esto le restará reconocimiento.
Convenimos que sólo existe un dentro y otro.
La repercusión deviene vacío.
Es volver a informar. Es el golpe repetido.
La información es totalitaria. Es unívoca.
El reconocimiento deviene común. Lo envío y es devuelto.
Es volver a conocer. Es volver a conocer.
El conocimiento es siempre equívoco. Es parcial.
Carlos Fdez-Pello
Teresa Solar Abboud